viernes, 4 de mayo de 2007

Final Four

El Panathinaikos de Zeljko Obradovic juega en casa, aunque tiene peores números que el Tau o el CSKA Moscú.



La cita es Atenas. La fiesta anual del basket europeo reúne esta vez a Panathinaikos, Tau Vitoria, Unicaja y CSKA Moscú. Los mejores del momento. Los que más lo han merecido a lo largo de una veintena larga de partidos. De los que saldrá el nuevo rey del continente. El olímpico OAKA, un pabellón construido para los Juegos de 1996 que luego fue escenario de los del 2004, verá los más interesantes partidos del año. Convertida en la competición más atractiva del mundo -la NBA es otra historia- desde que la dirige la ULEB, la Euroliga va a centrar todo el interés en los próximos días. Y la Final Four es su máxima expresión.

Es una competición sin concesiones. Se ha paseado por toda Europa desde que Gante la pusiera en marcha en 1988 y sólo los verdaderamente grandes la han sabido ganar. Vio nacer al Jugoplastika de Bozidar Maljkovic (Kukoc y Radja le dieron todo el glamour y la calidad necesaria para hacer historia) y por ella han desfilado los mejores Sabonis, Bodiroga, Wilkins, Ginóbilli, Parker, Jasikevicius o Papaloukas, por citar únicamente a algunas de sus estrellas. Coronó al equipo croata y hasta tuvo momento de gloria para el Limoges (1993) o Zalgiris (1999), las máximas sorpresas.

También fue injusta al dejar a ejemplos como Epi o Solozabal sin título. Sólo Múnich, Zaragoza, París, Barcelona y, ahora, Atenas la han recibido en dos ocasiones y dos entrenadores se han convertido en los reyes del banquillo; Obradovic la ha ganado en cinco ocasiones con cuatro equipos diferentes (Partizan, Joventut, Madrid y Panathinaikos) y Maljkovic en cuatro dirigiendo a Jugoplastika, Limoges y Panathinaikos. Los dos están ahora en Atenas, junto a Ettore Messina -campeón con el Kinder y con el CSKA- y Sergio Scariolo. Y es que los técnicos siempre han jugado un papel decisivo en la cita decisiva, cuando los detalles son más importantes que nunca.

Es la hora de los valientes. De los que optan por llevarse a los jugadores al zoo -como hizo Obradovic con los verdinegros en Tel Aviv horas antes de jugársela ante el Olympiacos- o de los que han memorizado hasta el último movimiento del rival, como demostró Messina el año pasado cuando se enfrentó al Barça en la semifinal de Praga y supo remontar un inicio muy desfavorable. Deciden los que toman el mando, como Papaloukas ahora, Kukoc antes o Bodiroga siempre porque son partidos diferentes. Ganan quienes no se preocupan por el arbitraje, ni se quejan del ambiente ni siquiera saben que excusa darán en la rueda de prensa en caso de derrota. Los que, en definitiva, saben que están en las puertas de la gloria baloncestística y se lo juegan todo en el envite.

En Atenas están Tau, CSKA, Panathinaikos y Unicaja. Cumpliendo todos los pronósticos los tres primeros y por sorpresa el cuarto. El equipo vasco no ha faltado a ninguna de los últimas tres citas, el ruso es el actual campeón y el Panathinaikos ha ganado tres veces la competición. Faltan históricos (Maccabi y Barcelona, sobre todo), pero no hay sitio para todo en el olimpo del baloncesto europeo.

¿Quién ganará? Sin duda, el mejor. ¿Quién es el mejor? Por los números Tau y CSKA que sólo han encajado dos derrotas en la competición. Pero se trata de ser el mejor en este momento y ahí la cosa cambia. Es el reto del equipo vasco, que se quedó a un paso en Moscú y a dos en Praga, y la ilusión del andaluz, que necesita mucha motivación para compensar sus carencias.

Y es la gran oportunidad del CSKA, que ya conoce la cruz (fracaso en el 2004 en el mismo Moscú) y la cara (título en Praga un año después) y, sobre todo, del Panathinaikos, que sabe que sólo vale lo que se consigue a la hora de la verdad. Es la grandeza de la Final Four. Una cita sólo para los mejores.

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