miércoles, 25 de abril de 2007

MANCHESTER UNITED, 3 - MILAN, 2

Fútbol en estado puro en el Teatro de los Sueños. Dos estilos opuestos: uno, de ataque frenético y avasallador; otro, de serenidad y especulación. Es la grandiosidad de la Champions cuando llega a sus últimas etapas, en las que llegan los mejores con aspiraciones de llevarse el título. Anoche, con estilos muy dispares.

El Milan llevaba la lección bien aprendida del Roma, que se fue de Old Trafford con un humillante 7-1. A los lombardos, sin embargo, no les hace falta que les den lecciones sobre cómo defenderse. Nesta, Gattuso y sobre todo Maldini llevan demasiadas batallas a cuestas como para que los Ronaldo, Giggs y Rooney les impresionen.

Una vez superados los primeros minutos con el daño mínimo de un gol, propiciado por Cristiano Ronaldo y materializado por Dida en su propia puerta, llegó la hora del 'crack'.

Ricardo Izecson dos Santos Leite se llama futbolísticamente Kaká porque su hermano pequeño no sabía pronunciar lo de Ricardo y se encallaba: 'cacacaca'. Y de ahí, lo de Kaká.

Mientras sus compañeros sufrían atrás para sacarse de encima la avalancha inglesa, Kaká sacó su arte sobre el tapiz de hierba inglés para encandilar medio mundo con dos goles exquisitos, arrancar deportivos aplausos de la grada y dejar la defensa de sir Alex Ferguson sumida en la más absoluta de las miserias. El domingo Kaká cumplió 25 años y lo celebró a su manera, aunque con algo de retraso. Pero mereció la pena.

La jugada de su segundo tanto fue para enmarcar, ya que el brasileño salió de un control muy difícil para retar a los tres defensas que le salieron al paso. Más pendientes del milanista que del balón, el miedo les atenazó. Si el primero fue producto de la velocidad, el segundo fue un homenaje al talento.

Estaba claro que sólo la calidad de Kaká podía salvar al Milan del acoso brutal y agobiante del Manchster United. Y éste, en cambio, tuvo que apelar a la furia de otro de sus figuras, Wayne Rooney, un rematador nato, nacido para golear y no para adornarse.

Ante el muro italiano estaba claro que los arabescos de Cristiano Ronaldo no bastaban y había que recurrir a la determinación de Rooney, la fuerza pura, una roca con el balón en los pies y una auténtica ballesta cuando está en posición de disparar. Los goles de Rooney, comparados con los de Kaká, son la clara demostración de los diferentes estilos de entender este deporte.

El 3-2 puso las cosas en su sitio. El Manchester no merecía perder y el Milan tampoco encajar un severo correctivo. El resultado deja la espadas en alto y es la promesa de que el miércoles próximo vamos a asistir a un segundo episodio de la eliminatoria, que a buen seguro, constituirá, como el de ayer, un homenaje al fútbol y un privilegio de espectáculo, que nos nos redime de tantos y tantos bodrios.

0 comentarios: