Uno de los hombres más felices en el mundo el 28 de abril de 2010 era Florentino Pérez. El presidente madridista debió celebrar como un interista más la clasificación del equipo de José Mourinho para la final de la Champions. Los italianos acababan de eliminar al Barça en el Camp Nou y el madridismo se ahorró recibir las hordas blaugrana en el Santiago Bernabéu.
Tan contento estaba, tan pletórico se sintió, que acabó regalando el banquillo del Real Madrid al técnico portugués. Más adelante le regalaría el club entero y, de paso, su señorío. El mismo que ahora brilla por su ausencia al querer evitar, a toda costa, que el Barça pueda levantar un nuevo trofeo. La Copa la valoró el Real Madrid la pasada temporada como uno de los títulos más importantes de la historia y, quizá por ello, no quiere que los de Pep Guardiola la ganen en su propia casa. Es como si el vecino, al que no soportas, se colase en tu cocina para enseñarte su nuevo reloj, de los caros.
Algo así pasó en 1997, cuando el Barça se impuso al Betis en la final de Copa, que se jugó en el Santiago Bernabéu. Los blaugrana ganaron con goles de Figo, Pizzi y otra vez el portugués, esta vez en la prórroga. Pero la imagen que quedó para la historia fue el paseo que se dio el entonces vicepresidente Joan Gaspart, que lució su bufanda blaugrana dando la vuelta al estadio. No conforme con ello, también se las ingenió para que el himno del Barça sonara hasta tres veces en el Bernabéu. Gaspart sobrepasó todos los límites y aquello no lo ha olvidado nadie. Las heridas siguen tan abiertas que Florentino Pérez evitará acoger la final. Las obras de remodelación del estadio son solo una excusa, lícita si se quiere, pero excusa al fin y al cabo. El Real Madrid está en su derecho de decidir lo que quiera.Pero...caballero del honor...
Moltes gràcies, gracias, thank you
Hace 6 años
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