El 1-1 de la ida acabó valiendo su peso en oro, y el
Barça se proclamó campeón gracias al valor doble de los goles en campo
contrario. El equipo se mostró más terrenal que nunca, y acabó pidiendo la hora
ante un rival que le tuvo literalmente contra las cuerdas. La tan
anhelada titularidad del tándem Neymar-Messi no respondió a las
expectativas, pues ninguno de los dos tuvo la frescura que se esperaba
para desequilibrar, inquietar ni marcar. Es más, el argentino falló incluso un penalti en el 87'.
No fueron los únicos, sino la tónica general. Pese al título, el doble
enfrentamiento con los madrileños deja más dudas que sombras en el Camp
Nou.
Como si fuera la máquina del tiempo, la primera parte fue
prácticamente un calco de lo que se vio una semana antes en el Calderón.
El Barça sufrió una preocupante falta de ideas, chispa y verticalidad.
Y le costó un mundo hallar huecos en la sólida red defensiva
colchonera. Los de Diego Pablo Simeone supieron frenar a su rival a base
de constantes faltas. Un estilo que contó, como en la ida, con la permisividad de un colegiado -Fernández Borbalán- que tardó casi media hora en sacar la primera cartulina amarilla, a Koke.
Con Messi y Neymar compartiendo por primera vez once inicial,
el Barça creó menos peligro que nunca. El argentino, recién recuperado
de su lesión, estuvo desconocido. A los siete minutos, por ejemplo,
desperdició un mano a mano ante Courtois tras una perfecta asistencia de
Sergio Busquets. Y en el 9', Alexis -el tercer hombre del 'tridente'-
no llegó a tiempo a un centro envenenado de Jordi Alba.
El ímpetu inicial de los culés se desvaneció rápidamente. El Atlético demostró tenerle tomada la medida a los de Tata Martino. Con un Xavi alarmantemente lento y desconectado,
Cesc siendo incapaz de hacer olvidar a Iniesta -suplente esta vez- como
'abrelatas', y una delantera completamente neutralizada, el juego del Barça se volvió estéril, horizontal y previsible. Toques y más toques para nada. Sin rastro de profundidad.
El Atlético supo llevar el agua a su molino, y su agresividad y contundencia no se veía penalizada por un Fernández Borbalán descaradamente indulgente con los madrileños.
Su criterio a la hora de amonestar fue absolutamente desigual. Cesc,
por ejemplo, vio la amarilla por una falta inexistente. Y Busquets, otra
por protestar... la enésima falta a un Messi cosido a patadas.
Tan mal fueron las cosas que el Barça tuvo que aferrarse al acierto de Víctor Valdés para salvar los muebles.
Cuánto se le va a echar de menos cuando se vaya a final de temporada.
El meta catalán fue, de largo, el mejor de su equipo, y sus paradas
evitaron que los azulgranas se fueran al descanso con un marcador
adverso. Las contras del Atlético fueron letales y Koke (35'), Arda Turan (41') y, posteriormente, David Villa (55'), le pusieron a prueba.
Al
Barça le faltaba no una, sino dos velocidades, y sus problemas se
acentuaron en la reanudación con una defensa de mantequilla. Piqué -lento, espeso, agotado-, llegaba tarde a todos los cruces, así que no fue extraño que viera la amarilla por una durísima entrada a destiempo sobre el omnipresente Turan.
El
Atlético asfixiaba sin piedad. Pero tanto abusó de su rudeza que acabó
cayendo víctima de su propia trampa. Las continuas marrullerías de
hombres como Godín o Diego Costa le acabaron pasando factura. En el 80', Filipe Luis fue expulsado por cometer una clamorosa doble falta a Dani Alves
sin mediar el balón. Una roja más que merecida, y que pudo no ser la
única si Fernández Borbalán hubiera visto luego un pisotón de Godín...
en la espalda a Mascherano.
El partido mantuvo su emoción hasta el final, ya que en el 87', el colegiado señaló penalti por una falta de Miranda a Pedro en el área. Messi ejecutó la pena máxima, pero el balón se estrelló en el poste.
Por
fortuna, no hubo que lamentar el error del '10'. El doble valor de los
goles en campo contrario hizo que la Supercopa se quedara en el Camp
Nou. ¡La undécima de la historia del Barça!.
Moltes gràcies, gracias, thank you
Hace 6 años